Si amas a Dios


Si amas a Dios para pedirle cosas, no amas a Dios.
Si amas a Dios para tener éxito, no amas a Dios.
Si amas a Dios para lograr tus metas, no amas a Dios.
Si amas a Dios por sus dones, amas sus dones, pero no a Dios.
Si amas a Dios para consolarte, amas sus consuelos, pero no amas a Dios.
Si amas a Dios para llegar a la gloria, amas la gloria, pero no a Dios.
Si amas a Dios para no condenarte, temes la condena, pero no amas a Dios.
Si amas a Dios para sentirte bien, te amas a ti, pero no amas a Dios.

Solo ama a Dios aquel que desea, quiere y busca en todo la voluntad de Dios, su amado. Cuando amas a alguien lo amas cuando la fortuna te sonríe, y cuando hay dificultades. Lo amas incondicionalmente, y cuando amas a alguien de veras, lo amas por lo que es, y ni por lo que aporta ni por lo que te regale, aunque sus dones te hagan sentir bien. Lo demás es amar nuestra propia voluntad, amarnos a nosotros mismos y usar a Dios como instrumento de nuestros deseos, no de los suyos.

Cuando tus deseos sean los de Dios, cuando no le busques solo por tus caprichos o necesidades, sino que lo busques solo por lo que Él es, entonces cumplirás aquel precepto que dice: "amarás a Dios con todo tu ser y sobre todo lo demás, sobre absolutamente todo" (Mateo 22:36-40).

Ludobian de Bizance